¿Qué fue el Despotismo Ilustrado?

El Despotismo Ilustrado nació en la segunda mitad del siglo XVIII como un concepto político en el que se cruzan las ideas de la Ilustración y el ejercicio del poder de los monarcas en los Estados europeos. Se plasmó como una serie de reformas a lo largo de toda Europa, en la que se extendió el mensaje de velar por la seguridad y bienestar del pueblo sin abandonar la figura central de su gobierno, es decir, el monarca.

Desde Prusia hasta Portugal, el absolutismo llevó a cabo un intento de evolución al embestir varios problemas de la sociedad sin el nivel de empatía necesario para comprender a los ciudadanos. Lo anterior conllevó a una sucesión de revoluciones y el cambio del paradigma de la gobernanza monárquica por el resto de la historia.

Cambio desde arriba hacia abajo

El Despotismo Ilustrado no buscó llevar a cabo cambios radicales para plasmar este nuevo ideal en los gobiernos, sino que se recoge el concepto de Estado, formulado por Thomas Hobbes, para justificar la necesidad de un gobierno sólido con control sobre el desarrollo social, económico y cultural que garantice la seguridad de los habitantes.

Este pensamiento llevó a distintos gobiernos a invertir grandes cantidades de dinero en la modernización y mantenimiento de crecientes ejércitos, los cuales no sólo tenían la responsabilidad de afianzar la seguridad del territorio, sino que servían para recaudar impuestos a los habitantes. Líderes como Luis XVI de Francia, Federico II de Prusia, Carlos III de España y Catalina II de Rusia encontraron cierto refugio bajo los mosquetes de sus ejércitos.

Falta de introspección

A pesar de abrazar ideas formuladas por los principales pensadores de la Ilustración como fueron Voltaire, Rousseau y Charles de Secondat, el despotismo ilustrado aún ignoraba muchas de las causas de la desigualdad en la población, lo que conllevó a velar únicamente por el bienestar de la aristocracia y dejar en el olvido al ciudadano común. Los gastos para la creación de bienestar, como serían escuelas que promovían el arte y la modernización de las ciudades provenían de impuestos que afectaban a las clases mucho más bajas que a las élites, lo que provocó un descontento creciente entre la población a lo largo de Europa.

Mientras que los aristócratas obtuvieron comodidad en la supuesta unión de un rey absolutista y una manera de gobernar racionalista e ilustrada, la implementación de estos cambios no representó una mejora en las condiciones de vida de la plebe, tal como profesaban las ideas de la Ilustración. En gran parte, fue un discurso para mantener a la monarquía a salvo del escrutinio público, sin la intención de modificar las condiciones de vida de la población. Sin embargo, significó un acercamiento a la revolución para una clase que acabaría con la monarquía absoluta en Francia: la burguesía.