Nuevas tensiones entre las Coreas.

Desde hace tiempo, organizaciones de derechos humanos principalmente lideradas por desertores norcoreanos han intensificado el envío de panfletos propagandísticos hacia Corea del Norte, utilizando globos para transportarlos.

Estos globos llevaban 200,000 panfletos anti-Norte Corea, unidades USB con canciones de K-pop y billetes de un dólar, con la intención de socavar el régimen de Kim Jong-un y mostrar a los norcoreanos una perspectiva diferente sobre la vida en Corea del Sur. En respuesta, Kim Yo-jong, hermana del líder norcoreano Kim Jong-un, declaró el domingo que Corea del Sur pagará "un muy alto precio" por permitir el envío de globos con propaganda contraria al régimen de Pyongyang.

Kim Yo-jong, quien tiene un papel destacado en el gobierno norcoreano, emitió una dura advertencia a Seúl, calificando la acción como una provocación grave y un acto hostil. El comunicado de Kim Yo Jong se publicaba al día siguiente de que el Ministerio norcoreano de Defensa amenazara con reforzar su capacidad nuclear y hacer que Washington y Seúl paguen "un precio inimaginablemente duro", en una crítica a los nuevos protocolos de defensa de sus rivales, que según dijo revelan una intención de invadir el Norte.

En su declaración, enfatizó que este tipo de protestas o activismo no solo son una violación del acuerdo de distensión militar alcanzado entre ambas Coreas en 2018, sino también una amenaza directa a la estabilidad de la región. Bajo este contexto y en forma de respuesta simbólica y provocativa, Corea del Norte ha lanzado cientos de globos cargados con basura, incluidos excrementos, colillas de cigarrillos y pañales sucios, hacia Corea del Sur.

Por su parte, el gobierno de Corea del Sur ha declarado que no impide que los activistas arrojen folletos a Corea del Norte, de acuerdo con un fallo judicial de 2023 que protege estos derechos bajo la libertad de expresión. Por esto, a pesar de las tensiones el gobierno surcoreano ha sido claro en su postura de no restringir estas acciones.

El 9 de junio, Corea del Sur tomó una medida significativa al reinstalar enormes altavoces a lo largo de la frontera con el Norte, una acción que no se veía hace más de seis años. Estos altavoces se utilizaron para retomar las emisiones de propaganda dirigidas contra Pyongyang, transmitiendo mensajes en critica al régimen norcoreano al promover la democracia y los derechos humanos.

La reactivación de estas tácticas de guerra psicológica refleja el estado volátil de las relaciones intercoreanas, con ambas naciones utilizando la propaganda como una herramienta para influir en la opinión pública y desafiar la autoridad del otro. Este tenso intercambio muestra cómo las diferencias latentes pueden fácilmente escalar y complicar los esfuerzos diplomáticos en la región. La comunidad internacional sigue de cerca el desarrollo de estos eventos, consciente del riesgo de que estas provocaciones puedan llevar a una escalada mayor en la península coreana.