La crisis humanitaria en Sudán: la historia de Ismail

Desde que el conflicto estalló en abril de 2023 entre el ejército regular, liderado por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas paramilitares de Apoyo Rápido (RSF), comandadas por Mohamed Hamdan Dagalo, más de 16.000 personas han perdido la vida y millones han sido desplazadas.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó que, desde el inicio de la guerra, más de 7,7 millones de personas han sido desplazadas internamente, y más de 2 millones han cruzado las fronteras hacia países vecinos. De estos desplazados, el 55% son niños menores de 18 años.

La crisis alimentaria es igualmente alarmante, con 755.000 personas enfrentándose a niveles catastróficos de hambre y 25,6 millones sufriendo niveles agudos de inseguridad alimentaria. El representante de UNICEF en Sudán, Mandeep O'Brien, afirmó que aproximadamente 8,9 millones de niños sudaneses padecen inseguridad alimentaria aguda y enfermedades.

La situación se ha agravado debido al colapso del sistema de salud en el país. Si bien la falta de acceso a datos precisos ha impedido la declaración oficial de hambruna, organizaciones como Médicos Sin Fronteras y otros grupos humanitarios han observado tendencias crecientes de desnutrición severa en todo Sudán. Solo en el campo de desplazados de Zamzam, en el norte de Darfur, 63.000 niños se consideran desnutridos.

En este contexto de desesperación, la historia de Ismail y su familia destaca las dificultades que enfrentan los desplazados. Ismail, temeroso por la seguridad de sus seis hijos tras escuchar noticias sobre violaciones cometidas por paramilitares, decidió emigrar a Egipto. "Tuve que tomar rápido una decisión, así que decidí emigrar a Egipto", recuerda Ismail.

La primera parada de Ismail, su esposa, sus hijos y los padres de ella fue Wadi Halfa, una ciudad al norte de Sudán, donde se puede solicitar un visado para Egipto. Inicialmente, El Cairo sólo exigía visado a hombres de 16 a 50 años, pero en junio de 2023 amplió la norma a todos los sudaneses, complicando aún más el proceso. Estas medidas, junto con la saturación en los trámites y la falta de garantías de recibir un visado, empujaron a muchos a recurrir a rutas de contrabando peligrosas.

Para la familia de Ismail, la vía legal era una utopía, ya que solo él disponía de pasaporte. Tras varios meses esperando en Halfa, donde los precios se dispararon y los servicios eran limitados, Ismail consideró todas las posibilidades y finalmente optó por la ruta del contrabando. "Había que tomar una decisión", evoca, "y tuvimos que tomar el camino más difícil".

Una vez en El Cairo, Ismail y su familia se acercaron a una oficina de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) para comenzar los trámites de solicitud de asilo. ACNUR sólo está presente en El Cairo y Alejandría, por lo que quienes llegan de forma irregular deben cruzar el país entero sin ser detectados para registrarse.

La guerra en Sudán ha devastado la vida de millones de personas, dejando a muchos sin hogar, sin alimentos y sin acceso a servicios básicos. Las organizaciones humanitarias han dado la voz de alarma, denunciando la escasez de medicamentos, alimentos y refugios. A la vez, la comunidad internacional ha sido criticada por su respuesta insuficiente. Tom Perriello, enviado especial de Estados Unidos a Sudán, refiriéndose a la hambruna en la región, destacó el "trabajo lamentable" de la comunidad internacional para hacer llegar la ayuda necesaria.

Ismail y su familia representan a los millones de sudaneses que, atrapados en una guerra brutal y desplazados de sus hogares, buscan desesperadamente un futuro mejor, enfrentándose a innumerables obstáculos y peligros en el camino.