Opinión
Mauricio Valentinoti Palacios S.
¿Qué Salió Mal en Afganistán?
- Los errores de Estados Unidos al inicio de la intervención en Afganistán, aminoraron las posibilidades de estabilización del país.
La derrota de los Estados Unidos durante la ocupación de Afganistán era inevitable. Un país caracterizado por una geografía bastante accidentada, con un clima social particularmente inestable y facciones guerrilleras violentas que nacieron durante la invasión de la Unión Soviética del siglo pasado. Sin embargo, Estados Unidos cometió errores que aminoraron con el tiempo las escasas probabilidades de éxito de su misión.
Las intervenciones norteamericanas no son nada nuevo, pues ya se habían suscitado intervenciones anteriores que incluso fueron exitosas para la estabilización de países en conflicto. Caracterizadas principalmente por tener como objetivo la detención de agresiones militares, de genocidios y de proliferación de armas nucleares. En este caso, el objetivo era conducir una campaña de desmembramiento de celular terroristas para mitigar cualquier posible ataque contra suelo estadounidense, a raíz de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.
Luego de detener la amenaza de ataques sucesivos de al Qaeda y de la neutralización de Osama Bin Laden, Estados Unidos tenía que tomar una decisión. Permanecer en el país de manera indefinida como fuerza de ocupación, reintervenir periódicamente o comprometerse con el entonces incipiente gobierno afgano para reconstruir las instituciones nacionales y la sociedad.
Es ahí en donde uno de los primeros errores surgió, pues Estados Unidos había decidido apoyar el proyecto de nación de los Talibanes, quienes presumiblemente podían gobernar Afganistán evitando la protección de grupos terroristas. Además de ignorar los inmensos esfuerzos logísticos que dicho apoyo representó, ya que Afganistán posee una geografía difícil que impide la circulación de recursos de forma eficiente. Sin mencionar que el país está rodeado de vecinos poderosos con pocas intenciones de cooperar con la unión americana, tales como Irán, Pakistán y Rusia.
Por otro lado, Afganistán tenía más población que cualquier otro país que haya sido intervenido pro Estados Unidos. Con un censo de casi 22 millones de habitantes en 2001, Afganistán únicamente recibió a 8 mil tropas norteamericanas en los primeros dos años de invasión. En comparación, durante la intervención en Kosovo, Estados Unidos y la OTAN desplegaron 50 mil tropas en un país con 2 millones de personas. Esta clara falta de personal en un país tan poblado, tan poco conectado y sin fuerzas del orden, provocó que la estabilización del país tardara considerablemente. Algo que sin duda obedeció a las intenciones de la administración de Bush, de únicamente cazar a los remanentes de al Qaeda, en vez de protagonizar una misión completa de estabilización y pacificación.
Finalmente, no hubo un esfuerzo considerable para construir unas fuerzas armadas afganas capaces de mantener a la sociedad lo más segura posible. Sin ejército ni policía, simplemente la tarea de salvaguardar la paz cayó en manos de fuerzas clandestinas locales. Las cuales se sabe que han sido lideradas por señores de la guerra que tienen vínculos estrechos con la facción Talibán. Al no existir un liderazgo claro, el vecino Pakistán aprovechó el vacío de poder para proteger a los Talibanes de acuerdo con sus intereses políticos de tener presencia en la región. Cabe aclarar que Estados Unidos decidió invadir Irak en 2003, lo que provocó que la concentración de recursos y esfuerzos fueran a dicho frente de batalla, en vez de quedarse en Afganistán para su reconstrucción y vigilar el comportamiento de naciones colindantes.
Estos errores dejan ver que la administración de Bush en ningún momento optó por mejorar las condiciones de vida en Afganistán. Si bien no hubiesen podido evitar el ascenso al poder del grupo Talibán, sí tuvieron la oportunidad histórica de estabilizar el tejido social y de construir instituciones nacionales más fuertes para dejar a cargo a un gobierno funcional con la capacidad de negociar con todos los grupos políticos del país, en favor de la gente.