Opinión
Mauricio Valentinoti Palacios S.
La Nueva Ruta de la Seda
- A través de la Ruta de la Seda, China busca generar un intercambio de bienes y un movimiento de personas.
China conectó durante siglos a civilizaciones enteras a través de la Ruta de la Seda. Si bien se requirió la participación de varios pueblos para hacer que dicha ruta comercial fuera un éxito, la influencia china fue decisiva para su éxito. Tanto por la protección otorgada a las caravanas en su territorio, como por el desarrollo de bienes que en Europa eran atractivos por ser considerados como “exóticos” y de un valor inequiparable. Hoy en día, China es nuevamente un centro gravitatorio del mundo político y social.
Esta vez, el dragón asiático patrocina el proyecto de infraestructura transnacional más ambicioso de la década o incluso del siglo. La llamada Iniciativa de la Franja y la Ruta (o BRI, por sus siglas en inglés) pretende atender el déficit de 29 trillones de dólares que el continente asiático tiene. Desde las puertas de Europa, recorriendo Asia central, hasta el Sudeste Asiático, atravesando China continental, la iniciativa busca conectar una red de infraestructura para generar un intercambio más rápido de bienes y un movimiento más ágil de personas.
En específico, se busca crear seis corredores terrestres transnacionales a través de toda Asia, el norte de Medio Oriente, Rusia y Europa central. Así como una ruta marítima que llegue desde la costa china hasta el cuerno de África y la costa sur de Francia. De igual forma, de acuerdo a la política china del Ártico, se planea efectuar una ruta polar que circule alrededor de la península coreana, Japón, todo el norte de Rusia y Escandinavia, hasta arribar a Dinamarca. Todo el proyecto, representa la obra más importante de infraestructura comercial jamás creada, al unir a prácticamente todo un hemisferio.
China tiene una visión de su proyecto como nación más allá de su evidente desarrollo actual. Por eso mismo, no ha limitado este proyecto al plano de infraestructura convencional. También está desarrollando una nueva Ruta de la Seda Digital (RSD). Era de esperarse, ya que actualmente la información puede ser el bien más valioso del mundo. De hecho, el presidente chino, Xi Jinping, ha mencionado que la principal oportunidad que supone la creación de la BRI, es en realidad el poder incrementar la cooperación en temas de infraestructura de internet, economía digital y ciberseguridad. Esta nueva ruta se resume en un esquema de cooperación que vincula íntimamente los bancos de datos y la infraestructura de comunicaciones de los países participantes con China.
El ambicioso proyecto ha generado críticas en Occidente ya que hay voces que advierten del potencial peligroso de la RSD. Podría llegar al grado de incrementar la exportación del llamado autoritarismo digital y aumentar la presencia de tecnologías de vigilancia masiva. A pesar de tales acusaciones, los países del sudeste asiático han aceptado al unísono el uso de tecnología china para incrementar la eficiencia de sus redes de telecomunicaciones.
Oficialmente, debido al costo reducido que representa frente a sus contrapartes occidentales; por otro lado, porque los países aledaños mantienen una dinámica política compatible con el autoritarismo chino, pues dichos gobiernos han buscado históricamente dos objetivos primordiales. La centralización del poder a través del control de la voluntad ciudadana y la instauración de un capitalismo dirigido por el estado y dominado por las élites en el poder.
China ha logrado entender esta necesidad y, sobre todo, ha sabido observar la oportunidad que tiene para convertirse en la nación más influyente y poderosa del mundo en este siglo. Sabe que los países aledaños, por lo menos los del sudeste asiático, no cuentan con leyes o políticas amplias en materia de privacidad, ciberseguridad y protección de datos. Al encontrarse con dicha carencia, China busca aprovechar el vacío legal para aproximar su propio enfoque a estos temas. De manera que puedan influenciar directamente en la legislación de la materia en los países participantes de la RSD.
Todo esto ha creado una serie de complejos y nuevos retos a la seguridad internacional, ante el casi seguro despliegue de la influencia de China en un área sin precedentes. Los países receptores de dichas inversiones, serán cada vez más dependientes en las decisiones tomadas desde Beijing. Adicionalmente, el control de las bases de datos de millones de usuarios, podrá ser analizado y aprovechado por el poder central del partido comunista chino. Lo que podría llevar a una evaluación masiva del nivel de alineación de diferentes sociedades con los ideales políticos del régimen chino.
Si dichos grupos sociales no presentan una compatibilidad tolerable con los intereses fundamentales de China, o incluso si llegan a ser considerados como una amenaza, existe el peligro que se repitan escenas similares a la detención de la etnia musulmana uigur. Quienes habitan en el norte de China y han sido apresados en campos de adoctrinamiento político. Movimientos de esta naturaleza, podrían conllevar a una inestabilidad social que fomente la aparición de grupos radicales y violentos, a manera de resistencia del creciente poder de China.
El proyecto de infraestructura del siglo no solamente impactará en la dependencia de todo un hemisferio en las decisiones de China, sino que también promoverá las normas y la ideología de un país que por décadas ha sido opuesto en diversas aristas al pensamiento político occidental. Con el tiempo, serán cada vez más evidentes los roces entre el creciente poderío chino y el actual establecimiento de poder occidental.