Opinión
Jimena Casso
Quita, pon: Ajedrez y migración
- Es preciso que todos los movimientos de Biden sean tan rigurosos como una partida de ajedrez.
Desde que Joe Biden asumió la presidencia, la migración no solo ha sido factor clave de su gobierno, sino que también ha sido protagonista de la relación México-Estados Unidos. ¿Y cómo no volverse trend si en menos de 100 días de su administración las detenciones aumentaron un 28% y la cantidad de niños migrantes se triplicó?
Sin duda el presidente más que lograr que la ciudadanía prendiera miles de velas y rezara por él, logró desatar otra ola migrante. ¡Por Biden la gente cruza cielo, mar y tierra! Y lo peor es que no es broma: tras el discurso realizado el 20 de enero de este año, en el cual se habló sobre la reforma migratoria, se produjo un efecto llamada. Es decir, se inspiró y motivó a los migrantes a realizar movilizaciones, producto de la esperanza de que será esta nueva administración, abiertamente declarada promigrante, la que les otorgue su ciudadanía.
Dicen que los peces por su boca mueren, y en este caso, Biden se ahoga en sus palabras. Si bien la intención es buena, la realidad es que la crisis de desplazamiento solo empeora y las acciones del gobierno no son suficientes para contrarrestar los flujos. Abren la llave caliente y se queman, abren la fría y se congelan, tomará tiempo encontrar el equilibrio para abordar la complejidad que conlleva.
Por un lado el discurso y acciones están orientadas hacia una migración segura, ordenada y humanista, pero por el otro lado se les pide que esperen al tiempo correcto para “prepararse” para recibirlos porque de no hacerlo, perderían el control total del tema. Como lo mencionó Alejandro Mayorkas, la política americana está enfocada en la reconstrucción: “no estamos diciendo que no vengan, estamos diciendo que no vengan ahora”.
Petición que se da en vista de que la era de Trump desmanteló por completo el sistema de asilo americano: las instalaciones fueron cerradas y los migrantes expulsados. Esta desaparición de la estructura que tenía Estados Unidos para una “migración ordenada y humana” aunado a las bastas movilizaciones, empeoró la alarmante situación y llevó a los americanos a realizar un esfuerzo monumental de re-ingeniería para reestructurar en su totalidad el sistema. Sin embargo, para lograr este proceso de consolidación de un procedimiento migratorio eficiente se necesita de tiempo, tiempo que sencillamente el gobierno americano no tiene. Por ello, el único movimiento en el tablero que podría retrasar y contener lo suficiente a los migrantes, permitiendo que se reconstruyan los procedimientos, es usar a México como receptor.
Siendo vital el apoyo mexicano, se buscó entablar una negociación con el objetivo de que México aceptara hacer, una vez más, el trabajo sucio de Estados Unidos, aunque ahora sería de manera temporal. Así, durante su primera reunión formal lograron un acuerdo donde Andrés Manuel permitiría que migrantes centroamericanos permanecieran en territorio mexicano a cambio de una dotación de 2.7 millones de vacunas contra la Covid-19 que serían patrocinadas por el gobierno americano.
Y todo marchaba viento en popa, hasta que la semana pasada, durante una rueda de prensa, Biden comentó que ambos gobiernos se encontraban re-negociando. El argumento fue que México estaba en toda la disposición para apoyar, sin embargo, la realidad era que el suelo mexicano no cuenta con el espacio suficiente para poder realizar el trabajo, y peor aún, existen múltiples impedimentos legales para detener a menores migrantes. Por lo cual, los migrantes del Triángulo del Norte tendrían que quedarse en Estados Unidos.
Recordemos que durante el mandato de Trump, México actúo como guardia de los americanos. Si bien estábamos muy motivados para apoyar por los aranceles con los que nos amenazaban, la realidad es que al presidente mexicano poco le importan las leyes y de querer, podría realizar esta petición. Usa de excusa esta premisa porque sabe que tiene en jaque al rey, y no lo va a desaprovechar. ¿Biden lo necesita? Que pague el precio.
Por su parte, el representante americano removió a Roberta Jacobson del cargo para colocar a su vicepresidenta y mano derecha, Kamala Harris al frente del cañón. Es en este sentido y bajo esta percepción que se debe analizar el ajedrez migrante. ¿México no coopera con Jacobson? ¡Quiten al alfil, que va la reina! La vicepresidenta entra al ring como encargada de la crisis migratoria bajo una inmensa presión por demostrar que son diferentes a los republicanos. Y será este proyecto el que determinará el futuro de la administración del gobierno de Biden. Si tienen éxito, desarmarán a los republicanos, se ganará el respeto de la población y el corazón de los migrantes. Si fracasa, le puede costar la reelección.
A manera de resumen, en el tablero tenemos: la reconstrucción de un sistema que tomará meses en edificar, una necesidad por parte de los migrantes a cubrir que es atemporal, un vecino (México) que no quiere cooperar y una oleada de caravanas generada por el discurso de reforma migratoria. En este delicado juego, Biden tendrá que analizar cada uno de los movimientos a realizar para evitar seguir los pasos de Trump al intentar contener los desplazamientos y ganar suficiente tiempo durante la partida para que funcione su procedimiento migratorio. En este quita-pon, habrá que ver si va alfil o peón.