Opinión
Gustavo Cacho
¿Existen formas válidas o no de protestar?
- A pesar de que la violencia que pueda desatarse sea en pequeña o gran medida, esta no es ajena a la protesta.
En el marco del Día de Acción Global para el Acceso al Aborto Seguro y Legal, miles de mujeres protagonizaron marchas para exigir a sus respectivos gobiernos que despenalicen y brinden acceso al aborto legal, seguro y gratuito. La Ciudad de México fue uno de los escenarios.
Durante la manifestación se presentaron episodios de violencia entre las manifestantes y las policías, también hubo daños al inmobiliario público. Hechos que captaron más la atención de un sector de la opinión en redes sociales que la causa principal por la que se estaba llevando a cabo la marcha. Sus comentarios denotaban inconformidad ante algunas de las expresiones de enojo, cansancio y decepción a través del destrozo y/o pintas de los bienes públicos. A lo cual llamaban vandalismo y pedían que las manifestantes fueran tratadas como criminales.
Este tipo de opiniones es común y forma parte del mismo discurso que, tras cada protesta no pacífica, critica las formas en que se simboliza la furia o júbilo colectivo. Ya sea después de una marcha que rememore el asesinato de estudiantes o una marcha para festejar la victoria de un equipo de futbol. Sin embargo, aunque ambas manifestaciones compartan la característica de afectaciones a la vía pública, una no genera tanto rechazo como la otra. A una le llaman delincuencia, a la otra pasión ¿Con o sin razón?
Los movimientos sociales tienen la característica de llamar la atención para satisfacer sus demandas. Las cuales pueden ser, por mencionar algunos ejemplos, el reclamo de justicia; exigir un alto a la represión, concientizar al resto de la población sobre un problema en común; rechazar el racismo sistémico o para el respeto a los derechos humanos. Cualquiera que sea la petición o reclamo, antes de llegar a las calles, normalmente se recurre a las vías legales asignadas para buscar una solución. La apertura al diálogo suele ser una de las primeras opciones. Pero la experiencia demuestra que cuando esos canales no ofrecen resultados satisfactorios, ya sea por corrupción, impunidad o intereses ajenos, la vía alterna es salir a protestar.
Es salir a mostrar el malestar que nace de un problema ignorado. Es caminar entre edificios, por calles y avenidas gritando consignas que incomoden a las personas que se niegan a aceptar que en el sistema en que viven cómodamente hay problemas y que generen consciencia en aquellas y aquellos que los ignoran. Es acompañar a personas desconocidas que comparten la misma empatía por una problemática que les afecta directa o indirectamente. Es hacer ruido para que te oigan. Es ser parte del cambio.
No obstante, lo anterior y toda la carga ideológica de un movimiento social se reduce a un edificio pintado con consignas, a vidrios rotos, a incendios, a los choques entre la policía y las y los manifestantes cuando el grueso de la opinión pública se enfoca en ello y no en el trasfondo de las protestas. Porque bien se conocen las estrategias de algunos medios de comunicación de transmitir únicamente o dar más difusión a los episodios de violencia. Lo que genera la satanización de TODO el movimiento, siendo que esos actos constituyen una pequeña parte de las marchas, o minimiza el mensaje principal por el cual surgen las mismas.
Y a pesar de que la violencia que pueda desatarse sea en pequeña o gran medida, esta no es ajena a la protesta. Es parte de ella. Ya que uno de los objetivos principales de cualquier movimiento social es irrumpir en la vida cotidiana, incluso si es pacífico. Esas formas sí son válidas y nada tienen que ver con vandalismo en tanto son expresiones con un fin: ejercer presión social hacia los gobiernos.
Y si alguien se pregunta ¿de qué han servido? Cada manifestación por el esclarecimiento y justicia para los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos logró que la Fiscalía General de la República (FGR) solicitara órdenes de aprehensión en contra de funcionarios del estado de Guerrero por los delitos de desaparición forzada y delincuencia organizada, dando por finalizada la verdad histórica[1]. Gracias a cada protesta feminista ahora se reconoce la violencia digital y se sancionan los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de los medios digitales (Ley Olimpia)[2].
La lista de casos específicos en los cuales se puede retratar la efectividad de los movimientos sociales para el reclamo y cumplimiento de sus demandas puede continuar (seguro que lo hará). Mas el único objetivo de este artículo de opinión es mostrar un posicionamiento sobre las formas en que se protesta. Aun cuando generen destrozos y todo, siguen siendo válidas y han demostrado resultados positivos.