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Análisis

Valeria Fabiola Flores Vega

Las repercusiones ambientales de la pandemia: El impacto de los desechos plásticos.

- Actualmente no existe un acuerdo vinculante que regule la producción de plásticos a nivel internacional.

Las repercusiones ambientales de la pandemia: El impacto de los desechos plásticos.

A raíz de la crisis epidemiológica del COVID-19, la demanda de equipo de protección personal (EPP), es decir, mascarillas, caretas de plástico, guantes desechables, trajes protectores, etc. ha aumentado de forma exponencial en todo el mundo y por lo tanto, los desechos plásticos.

Basta con mencionar que grandes firmas estadounidenses especializadas en este tipo de productos (como Minnesota Mining and Manufacturing Company, mejor conocida como 3M) han afirmado que la situación supera sus capacidades y fallan en satisfacer la demanda para vislumbrar la magnitud de la contaminación por plásticos de los últimos meses.

Ante estas condiciones de alta demanda, compañías alrededor del mundo están cambiando de giro y han comenzado a producir EPP. Sin embargo, las empresas chinas son las más capaces en términos productivos. De acuerdo con la Agencia de Prensa Francesa, el Partido Comunista ha ordenado la producción de 3.86 millones de mascarillas, 37.5 millones de EPP, 16,000 ventiladores y 2.84 millones de pruebas de COVID-19 desde el primero de marzo de 2020.

La situación actual ha permitido vislumbrar una contradicción entre los esfuerzos ecológicos en torno a los desechos plásticos de años pasados y las necesidades sanitarias actuales ya que la demanda de equipo de protección personal implica cantidades enormes de desechos tóxicos. La crisis epidemiológica no sólo representa un riesgo de salud inmediato, también a largo plazo para la población más vulnerable que sufrirá las consecuencias de los daños al medio ambiente.

Tan solo el 19 de mayo del año pasado, se llevó a cabo la Convención de Basilea para el control de los desechos plásticos, organizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Dicha convención tuvo por objetivo evitar que se repitan y agraven los daños ambientales de los que Indonesia, Tailandia y Malasia han sido víctimas al convertirse en los contenedores de desechos de países como Estados Unidos.

Resulta incierta la manera en que se va a apoyar a estos tres países si, como era de esperarse, Estados Unidos no ha ratificado el convenio. Durante las negociaciones, dicho país afirmó que las medidas serían más efectivas si fuesen voluntarias y no vinculantes. Mientras tanto, las consecuencias para los países menos desarrollados que importan desechos no solo se acotan en severos daños a la vida marina y a los cuerpos de agua, también implican graves daños a la salud de los pobladores de esas regiones.

A pesar de que se han llevado a cabo importantes esfuerzos en materia medioambiental, no existe un acuerdo vinculante que regule la producción de plásticos a nivel internacional debido a que se afectaría gravemente a la élite económica mundial. Los fuertes intereses económicos que frenan este tipo de acuerdos están directamente relacionados con la industria plástica, por supuesto, pero también con la industria petrolera, ya que el petróleo es la materia prima de este tipo de productos.

Mientras los ecologistas más positivos consideran que el COVID-19 solamente ha tenido consecuencias benéficas para el medio ambiente a causa de las medidas que restringen la libre circulación, la realidad es distinta puesto que, la industria plástica y petrolera se ha beneficiado enormemente en el mercado del EPP. De igual manera la industria química ha prosperado en el contexto actual debido al incremento en la demanda de productos altamente contaminantes como los de limpieza, que a su vez son distribuidos dentro de envases plásticos PET.

El daño medio ambiental es una problemática sistémica que afecta y concierne a toda la sociedad internacional, sin embargo, dada la configuración del sistema internacional, los países menos desarrollados corren el riesgo de ser los primeros en sufrir las consecuencias de la crisis, no sólo en términos epidemiológicos, también en el ámbito medioambiental al ser el destino final de los desechos provenientes de los Estados más desarrollados.

De acuerdo con datos del PNUMA, la producción global de plásticos ha aumentado dramáticamente desde 1950 con un ritmo anual del 9%. En el año 2019, se registró un total de 359 millones de toneladas de plástico a base de petróleo. Los principales polímeros generados son el polipropileno, polietileno de baja densidad, policloruro de vinilo, polietileno de alta densidad y el tereftalato de polietileno (PET) que cubre más del 50% de la producción anual. Dichos materiales son utilizados para elaborar distintos tipos de envase que se utilizan en la vida cotidiana.

La Asociación Manufacturera de Plásticos, Plásticos Europa, indicó en su informe anual del 2019 que Asia es el principal bloque regional que produce plásticos ya que representa el 51% de la producción global de plásticos, de la cual, China aporta el 30%. En segundo lugar, se posiciona Canadá, Estados Unidos y México con el 18%. Finalmente, Europa aporta el 17 % de la producción global. Ver Gráfico 1.1

Gráfico 1.1 Distribución de la producción global de plásticos

Fuente: Plastics Europe

Para solucionar la crisis producida por el COVID-19, Estados Unidos, miembros de la Unión Europea y Latinoamérica han comenzado a solicitar grandes cantidades de material y equipo de protección a China principalmente porque este país cuenta con la mayor capacidad productiva para hacer frente a las necesidades actuales del mercado mundial. Debido a la falta de una vacuna que erradique el COVID-19, se prevé que la demanda de Equipo de Protección Personal no disminuya en los meses próximos.

De acuerdo con el reporte de 2019 del Programa de Acción de Desechos y Recursos (WRAP, Waste & Resources Action Programme), se proyecta que la producción de plásticos incremente a causa de la expansión de la industria petrolera. El año pasado, compañías en Estados Unidos, el Medio Oriente y en el resto del mundo planeaban invertir en las siguientes décadas en nuevas plantas petroquímicas, ya que apostaban a un incremento en la demanda de plásticos por parte de las economías emergentes.

Es evidente que el control de la producción de plásticos no se convertirá en una realidad en las próximas décadas, principalmente porque no es una prioridad en la agenda de los países que dependen de la industria petrolera y plástica, mucho menos cuando estos productos son indispensables para la supervivencia de la población mundial en un escenario internacional como el que se vive hoy día. Sin embargo, es de suma importancia que los 187 países que firmaron la Convención de Basilea para el control de los desechos plásticos ejerzan presión sobre las autoridades y se exija el adecuado manejo de los desechos plásticos y tóxicos para evitar que se replique e intensifique la situación que países como Malasia, Indonesia y Tailandia, por decir unos pocos, enfrentan, sobre todo cuando se vislumbra una crisis ecológica sin precedentes en los próximos años.

La trascendencia internacional se refiere a la medida en la que el artículo aborda problemáticas de índole medioambiental, económica, política, tecnológica y societal.


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