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Análisis

Rodrigo Vega

Geopolítica energética de Europa

- La guerra entre Rusia y Ucrania ha puesto en una encrucijada a todos los países de la Unión Europea, quienes dependen enteramente del suministro de gas ruso al continente.

Geopolítica energética de Europa

Desde que inició la invasión de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, los países europeos han estado inmersos en un profundo debate político sobre si reducir la dependencia que tienen hacia Rusia en recursos energéticos constituye una estrategia eficaz para contribuir a detener el avance de sus tropas y mejorar la situación de seguridad energética de la región, es decir, incrementar el control sobre sus suministros de energía. Hay los que consideran la medida no solo como necesaria, sino como un deber ante la amenaza expansionista rusa, como en el caso de los países bálticos, y también hay los que proceden con más cautela por las posibles consecuencias que podría traer, como en el caso alemán.

Lo cierto es que, independientemente de la decisión que se tome, ya sea por cada uno de los países o en su conjunto, las cuestiones de seguridad energética son tan relevantes y decisivas para los países en general que reevaluar periódicamente la configuración de la geopolítica energética se vuelve una tarea necesaria y fundamental, y en particular para el continente europeo, derivado de la coyuntura actual.

La seguridad energética, de acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional de España, se refiere a “la acción del Estado orientada a garantizar el suministro de energía de manera sostenible medioambiental y económicamente, a través del abastecimiento exterior y la generación de fuentes autóctonas, en el marco de los compromisos internacionales”. Este ámbito de la seguridad nacional comenzó a adquirir importancia en la política exterior de los países en la década de 1970, cuando devino la primera crisis petrolera mundial, y desde entonces solo ha incrementado, profundizándose aún más con fenómenos como la globalización. En general, la seguridad energética depende de diversos factores que cada país debe tomar en cuenta, empezando por sus condiciones geográficas y seguido de otros como la demografía, la economía y la política, que en conjunto forman el área de estudio conocida como geopolítica [energética].

El panorama energético de Europa

En este aspecto, hay dos principales cuestiones a tomar en cuenta para entender el panorama energético de Europa. En primer lugar está la llamada transición energética, la tendencia creciente que hay alrededor del mundo de pasar de utilizar energías no renovables, como el petróleo y el gas natural, a energías renovables y que tengan poco impacto en el medio ambiente, y de la cual el continente europeo es uno de los más grandes promotores, y en segundo lugar, la gran dependencia que tiene la región por fuentes energéticas externas, principalmente de Rusia, situación que puede afectar la soberanía política de los países (y que es evidente con la crisis actual).

La transición energética en Europa está guiada en gran medida por el Pacto Verde Europeo, una serie de iniciativas promovidas por la Comisión Europea, aprobado por los países miembros de la Unión en 2020, que tiene como objetivo volver al continente neutral en emisiones de gases de efecto invernadero para 2050, además de disociar el crecimiento económico del uso de recursos energéticos. Adicionalmente, el pacto tiene como fin actuar como estrategia para que, con las inversiones derivadas del mismo, el impacto económico de la pandemia de covid-19 sea más limitado de lo esperado.

Para 2019, de acuerdo con la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), las fuentes más importantes de energía de la Unión Europea (UE) las constituían los productos de petróleo, que incluyen al crudo, con 36%, gas natural, con 22%, fuentes de energía renovables, con 15% y energía nuclear y combustibles fósiles sólidos (carbón), cada uno con un 13%. Con el pacto, está previsto que ese 15% de energías renovables se incremente a 32% para 2030.

La Comisión Europea, además, considera tanto a la energía nuclear como al gas natural como fuentes de energía verdes “de transición”, en un camino para reducir el uso de crudo y carbón, y dar paso al aprovechamiento del viento, las olas y las mareas, el hidrógeno y la luz del sol, entre otros. Alemania, por ejemplo, está totalmente en contra de esta clasificación, y ha continuado con su proyecto de clausurar totalmente las centrales nucleares del país.

En la cuestión de la dependencia, para 2019 la UE producía un 39% de su propia energía, mientras que el 61% restante provenía de terceros países. En productos de petróleo, donde se incluye al crudo, Rusia era el mayor exportador hacia la Unión, con un 26.9%, seguido de Irak, Nigeria, Arabia Saudita y Kazajistán; en gas natural, el 41.1% se importaba de Rusia, seguido de Noruega, Argelia y Qatar y, finalmente, en combustibles fósiles sólidos, el 46.7% se importaba también de Rusia, seguido de Estados Unidos, Australia, Colombia y Sudáfrica. Es decir, la mayor parte de la energía que se importa en el continente europeo proviene de fuentes no renovables rusas.

Cabe destacar que Rusia no solo es el primer socio exportador de la UE en recursos energéticos, sino también ocupa el segundo lugar tanto en producción como en exportaciones de crudo, por lo que es también un socio comercial importante para muchos otros países fuera del continente europeo.

Rusia posee una gran diversidad de recursos naturales, derivado en gran medida de su extensión geográfica con más de 17 millones de kilómetros cuadrados, lo que le permite tener acceso a una gran variedad de productos explotables, destacando por supuesto el gas y el petróleo; de acuerdo con la Cámara de Auditoría de Rusia, en 2019 47.8% de los ingresos gubernamentales del país provenían de estas actividades. Otros sectores relacionados con la explotación de recursos naturales incluyen la minería, la producción de madera y la agricultura.

Rusia también es el país con las mayores reservas de gas natural del mundo, con 48 mil millones de metros cúbicos. En 2018, el 52.9% de las exportaciones totales del país fueron de crudo y gas. Gazprom, la empresa más grande de Rusia, produce alrededor del 12% del gas natural del mundo, y tiene el monopolio de exportaciones de dicho recurso en el país.

Por otro lado, el continente europeo, aunque es rico en recursos naturales, posee modestas cantidades aprovechables de recursos energéticos. El país europeo con las mayores reservas de crudo (sin contar a Rusia, debido a que la mayor parte de su territorio se encuentra en Asia) es Noruega, país que no forma parte de la Unión Europea pero sí de la Asociación Europea de Libre Comercio y, a su vez, del Espacio Económico Europeo; también es el segundo mayor exportador de gas natural del mundo. Los Países Bajos y el Reino Unido también son productores importantes de gas, sobre todo por la explotación del subsuelo del mar del Norte por parte de los británicos.

Una autosuficiencia energética de Europa, que no es ni viable ni deseable en muchos contextos, hace que se vuelva necesaria, en primera instancia, la diversificación de fuentes energéticas y, en segundo lugar, la búsqueda de proveedores externos. Como ya se mencionó, la mayoría de las importaciones de gas proceden de Rusia, por medio marítimo a través del mar Báltico con el Nord Stream y el mar Negro con el Turk Stream, y por medio terrestre por territorio ucraniano y bielorruso.

El gasoducto transanatolio recorre de este a oeste el territorio turco y transporta gas proveniente de Azerbaiyán, conectando con el gasoducto transadriático a través de Albania y Grecia, y Argelia y Túnez hacen lo propio a través del mar Mediterráneo y del territorio de países como Marruecos. También hay una gran cantidad de gas natural licuado que llega a los distintos puertos.

La invasión a Ucrania

Toda esta cuestión ha cobrado relevancia en los últimos años, particularmente desde la anexión de Crimea en 2014. Recientemente, con la invasión a Ucrania iniciada en febrero de 2022, este tema pasó a estar a la cabeza de las prioridades de los líderes europeos.

Desde que inició formalmente el conflicto, una de las estrategias más analizadas para enfrentar la crisis ha sido precisamente la de limitar o terminar definitivamente con los acuerdos energéticos entre la región y Rusia, y la primera prueba de ello fue la decisión del canciller alemán, Olaf Scholz, de suspender la certificación del proyecto de infraestructura Nord Stream 2, un gasoducto propiedad de Gazprom con origen en la ciudad de Viborg, en la salida rusa al mar Báltico, y fin en la ciudad de Greifswald, en el noreste de Alemania, lo que impidió su puesta en marcha; días más tarde la empresa constructora -del mismo nombre que el proyecto- se declaró en bancarrota.

La suspensión ocurrió dos días antes de la invasión, el 22 de febrero, como parte de las primeras sanciones a Rusia por haber reconocido la independencia de las repúblicas autoproclamadas del Donbás. La medida fue celebrada pero también cuestionada por ser una estrategia clave que, de acuerdo con analistas, pudo haber sido utilizada con más cautela.

A partir de entonces, y luego de la llamada Masacre de Bucha, una supuesta matanza de cientos de civiles por parte del ejército ruso, al norte de Kiev, la Unión Europea acordó prohibir totalmente las importaciones de carbón ruso, y Lituania se convirtió en el primer país de dicha organización en anunciar que dejaría de importar el 100% del gas proveniente de Rusia en los próximos meses, seguido de Estonia y Letonia. Otros países como Finlandia y Polonia también han urgido al resto de los líderes de la región y a la Comisión Europea a acelerar los planes de independencia energética de Rusia.

Por otra parte, Alemania, el mayor importador de gas ruso, ha optado por un acercamiento al tema mucho más cauteloso, encontrando opiniones divididas en el gobierno de coalición a cargo del canciller Scholz. La ministra de relaciones exteriores, Annalena Baerbock, declaró que el país terminaría con la dependencia hacia finales del año, mientras que el ministro de finanzas, Christian Linder, declaró días después que, aunque el objetivo sí es terminar con la dependencia, llevaría bastante tiempo.

Una notable excepción en el consenso es Hungría, ya que el reelecto Primer Ministro Viktor Orban, socio de Vladimir Putin, declaró el 6 de abril que su país no tendría inconvenientes en pagar por el gas en rublos, la moneda de Rusia, luego de que dicho país así lo requiriera días antes. Hungría es el país perteneciente a la UE que importa más gas ruso en proporción a su consumo de energía.

Fuera de la Unión, el Reino Unido también ha decidido terminar con la importación de gas ruso para finales de 2022; por su parte, Noruega se ha comprometido a incrementar su producción para apoyar el suministro en el continente. Serbia, otro socio de Rusia, empezará negociaciones con Gazprom para un nuevo acuerdo por 10 años.

Cabe destacar también la importancia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para la seguridad energética de la región. La OTAN, a la que pertenecen 27 países europeos, además de Estados Unidos, Canadá y Turquía, posee un plan, acordado en 2010, con tres objetivos en materia de seguridad energética: mejorar el entendimiento de los miembros sobre la relación entre la seguridad y la energía, incrementar la protección de infraestructura energética clave de los países y, finalmente, promover la eficiencia energética en el sector militar. Desde 2012, la organización cuenta con un Centro de Excelencia en Seguridad Energética ubicado en Vilna, la capital lituana.

¿Qué sigue en la geopolítica energética de Europa?

Con la invasión rusa a Ucrania, la respuesta conjunta de la región, materializada en la Unión Europea, está orientada a reducir en ⅔ la dependencia energética hacia Rusia. El RePowerEU es como se le conocerá al plan para lograrlo y consta de diversos pasos, incluyendo ampliar la capacidad de almacenamiento de gas de los países miembros, aumentar la producción de biometano al doble del objetivo establecido por el Pacto Verde Europeo para 2030 e invertir en hacer más eficientes a los hogares europeos, entre otras medidas.

Adicionalmente se incrementará la cooperación energética con otros países proveedores de gas natural, como con Argelia a través del Mediterráneo y Azerbaiyán con el gasoducto transanatolio, así como con los países de tránsito de los gasoductos, como Albania, Georgia y Turquía. Estados Unidos, por su parte, ya ha incrementado sus exportaciones de gas natural licuado a Europa, pasando de 34% del total en 2021 a 75% actualmente, y se pretende llegar a acuerdos del mismo tipo con países como Egipto, Israel o Qatar.

Por otro lado, el Pacto Verde Europeo, planteado mucho antes del conflicto en Ucrania, funcionará como catalizador para impulsar la reducción de la dependencia, de acuerdo con lo mencionado por la mayoría de los ministros de medio ambiente de los países miembros durante la reunión del Consejo de la UE del 17 de marzo de 2022, por supuesto motivado por la oposición generalizada a la invasión.

Cabe destacar que limitar el uso de carbón como fuente de energía es parte de los objetivos del Pacto, sin embargo, con el conflicto en Ucrania y la decisión de los líderes europeos de priorizar la independencia energética hacia Rusia, este puede verse comprometido por la urgencia de buscar fuentes alternativas, de acuerdo con diversos analistas.

En general, la garantía en el suministro de energía es una cuestión de seguridad nacional para prácticamente todos los países en el mundo. Con la globalización y las nuevas tecnologías, así como la creciente importancia de temas medioambientales, se ha provocado una necesidad de encontrar nuevas fuentes de energía, hacer más eficientes las existentes y asegurar el funcionamiento de las alianzas y acuerdos internacionales, convirtiéndose en un tema primario de política exterior.

Europa, históricamente, ha dependido de la importación de materias primas y productos para hacer funcionar su industria, y los recursos energéticos no son una excepción. La dependencia respecto al crudo y al gas ruso y de otras regiones ha sido un tema de debate por años y no fue hasta la invasión a Ucrania en febrero de 2022 cuando realmente pasó a ser prioritario, haciéndose ver la capacidad de los países europeos de hablar al unísono en cuestiones de seguridad regional como lo es una guerra, aunque en las especificidades haya grandes desacuerdos y matices y existan excepciones, como el caso húngaro.

El enfoque energético, con este parteaguas de la historia política europea, habrá de ampliarse hacia la diversificación de fuentes y de proveedores que brinden mayor seguridad y que tengan menor costo político, no sin continuar con las políticas verdes del Pacto y con las estrategias para afrontar los retos que ya se conocían, incluyendo la pandemia de covid-19.

La dependencia energética es un tema muy controversial y politizable a nivel global y en todos los países, y la coyuntura europea podría convertirse en un ejemplo de libro de cómo manejar los retos de la soberanía energética, cómo incidir en la geopolítica e inclusive cómo evitar que se llegue a un punto similar, dependiendo de las decisiones que se tomen en los siguientes meses y años.

Fuentes

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