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Análisis

Alejandro Hernández

La hegemonía del siglo XXI: ¿Un cuento chino o estadounidense?

- Existen una serie de retos internos y externos que ponen en juego la posibilidad de China de convertirse en la siguiente potencia mundial.

La hegemonía del siglo XXI: ¿Un cuento chino o estadounidense?

Durante los últimos 20 años, la narrativa de China como la siguiente hegemonía ha tomado más fuerza. Siendo la segunda economía del mundo, hoy cuenta con mayor influencia para llevar a cabo su agenda en la esfera global. No obstante, existen una serie de retos internos y externos que ponen en juego la posibilidad de convertirse en la siguiente potencia mundial. Esto lleva a cuestionar si esta promesa hegemónica es verídica o se trata de un cuento chino.

El cuento al exterior

En Il Milione, mejor conocido como Los Viajes de Marco Polo, se narran hechos fantásticos sobre oriente y describen criaturas mitológicas, por lo que se les atribuyó como "cuentos chinos" y no narraciones verídicas. La RAE define esta expresión como un embuste, una mentira que disfraza la realidad y que, si bien no es completamente falsa, sí es una exageración.[1] Actualmente, China cuenta con una increíble capacidad geopolítica, pero que oculta retos que podrían frenar su camino hacia la hegemonía.

Ha construido su potencia económica y política más rápido que cualquier otro Estado. En cuatro décadas, incrementó su participación e inversión en países de América Latina, África, y actualmente propone el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda en Asia. En el sector de la innovación, se convirtió en un importante actor, transfiriendo tecnología extranjera a sus propias industrias, haciéndose más competitivo.[2] La tecnología china de la 5G, por ejemplo, será un punto clave en el desarrollo de telecomunicaciones alrededor del mundo.

Pero incrementar esta influencia rápidamente costó el deterioro de su imagen en el Sudeste Asiático, en Asia Meridional y Europa - por no mencionar en Estados Unidos. En el caso de sus relaciones africanas también: aquellos países que estaban abiertos a la inversión ahora enfrentan intereses impagables (sobre todo después de la crisis actual).[3] Recibió críticas de instituciones como la OMC por sus prácticas desleales al comercio y de la ONU por el despliegue militar en el Mar de China Meridional, así como tensiones con India y Taiwán; este último podría ser motivo de conflictos más graves con Estados Unidos.

Una encuesta de Pew Research de octubre 2020 mostró una opinión negativa sobre China de naciones como Alemania, Australia, Canadá, EE.UU., España, Francia, Italia, Países Bajos, Reino Unido y Suecia. De acuerdo con la encuesta, 74% tiene opiniones desfavorables sobre Xi Jinping, su gobierno y en general del país. Los datos no difieren en el caso de sus vecinos regionales: Australia, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia y Japón muestran un promedio de 56% de desconfianza hacia China en 2019, cifra que se espera aumente por la pandemia.[4]

Esto es resultado de prácticas coercitivas. Por ejemplo, cuando el gobierno australiano pidió se hiciera una investigación rigurosa sobre el orgien del coronavirus, China colocó aranceles de hasta 80% en las exportaciones de cebada australiana (uno de los principales bienes que vende el país). En octubre de 2020, en la República de Fiyi, diplomáticos chinos irrumpieron una recepción que organizó el ministerio de Relaciones Exteriores de Taiwán, lo que derivó en una pelea entre funcionarios de ambos países.[5]

En África, región que ha recibido una importante inversión china para proyectos de infraestructura y extacción de minerales, gobiernos como el de Tanzania, Nigeria y Zambia están en crisis financiera ante las tasas de interés que se negociaron con China. En países que forman parte de la Nueva Ruta de la Seda, particularmente Kazajistán, Laos y Myanmar (que previo al golpe de Estado en febrero ya expresaba preocupaciones de sobre-endeudamiento con China por este proyecto), han surgido reclamos sobre falta de transparencia en los proyectos y carencia de estudios de impacto medioambiental.[6]

Otra consideración es que China colinda con 14 países, de los cuales cuatro cuentan con armamento nuclear. Sus vecinos también son países como Japón, que tiene respaldo militar estadounidense, así como una economía fuerte; India, nacionalista y potencia regional (y amplia población); Rusia, con quien debe mediar su geopolítica; y Corea del Sur, un caso similar al japónes que es competencia en tecnología. Además, su fuerza militar recae en su tamaño, pero cuya aeronáutica depende del petróleo extranjero, ya que China tiene dependencia de combustibles fósiles.[7]

Diplomáticos de China y Estados Unidos sostienen su primera reunión desde la toma de protesta de Joe Biden.

El cuento al interior

Los retos que China enfrenta al interior son tan complejos como aquellos al exterior. La política hacia Hong Kong, por ejemplo, daña la confianza en los mercados de Asia al mismo tiempo que genera descontento hacia el Partido Comunista de China (PCCh). Integrar a la población hongkonesa le ha sido imposible de forma pacífica, por lo que el gobierno optó por implementar reformas como la Ley de Seguridad de Hong Kong en 2020, y en marzo de este año el vicepresidente de la Asamblea Nacional Popular de China declaró necesarias estar reformas por los "riesgos en el sistema" y buscará que sólo "patriotas" estén en cargos del sistema electoral hongkonés.[8]

El caso de los campos uigures en Xin-Jiang también ha provocado gran descontento. Un reportaje de la BBC reveló fuertes testimonios del pograma de "readaptación" en donde hay esterilizaciones forzadas, violaciones y tortura. Mientras que Human Rights Watch reclamó la separación de 880,000 niños de sus padres. Esto llevó a que se acusara al gobierno chino de crímenes de genocidio en cortes europeas y el Departamento de Estado de Estados Unidos; incluso le fueron impuestas sanciones a figuras públicas. Esto genera tensiones al exterior, pero también al interior, en donde debe mediar con una población marginada.

En lo económico, China se encuentra en el middle-income trap, que ocurre cuando Estados de ingresos medios ya pasaron su primera etapa de industrialización; donde el aumento de los salarios elimina las ventajas previas de contar con mano de obra barata. En pocas palabras, su modelo de exportaciones está desgastado - una de las razones por las que busca aposta en innovación.[9]

Sumado a ello, está en riesgo de "hacerse vieja antes que rica": se espera que para 2050 al menos 26% de su población esté por encima de los 65 años. Como consecuencia el país pasará de ocho trabajadores por jubilado a tener dos trabajadores por jubilado. Además, si bien el crecimiento económico en ciudades como Shanghái y Pekín muestra una mejoría en los ingresos de los ciudadanos, la desigualdad económica entre las provincias será un peso que arrastrar. El margen de ingresos entre zonas urbanas y provincias rurales es de 4-1, (como referencia, en EE.UU. es de 2-1).[10] La desigualdad en China requerirá esfuerzos por parte del gobierno para evitar que sea un factor de ruptura social.

Debido a lo anterior, buscará enfocar sus esfuerzos en consolidar mayor estabilidad al interior para evitar que la desigualdad sea un factor de ruptura.[11] Para ello promueve un discurso nacionalista al interior, que apoya al partido al mismo tiempo que aprovecha las sanciones, aranceles y problemas diplomáticos con Occidente para desacreditarlo.[12] En concreto, China enfrenta retos que muestran un camino hacia la hegemonía que no es lineal y hay factores que podrían frenar su avance. Sin embargo, al igual que las travesías de Marco Polo, hay verdad en algunas historias y es probable que su rival estadounidense tampoco consiga mantener su rol en las próximas décadas.

El cuento estadounidense y la siguiente hegemonía

China conoce los retos que enfrentará en los próximos años y su estrategia no será cruzarse de brazos. Por el contrario, en el tema de dependencia energética, acelera su transición hacia energías renovables al mismo tiempo que consolida cadenas de valor en torno a materiales para turbinas eólicas y paneles solares. Respecto a su diplomacia, mantiene importantes alianzas para avanzar proyectos de desarrollo tan ambiciosos que incluyen hasta una estación espacial en alianza con Rusia.

Además, el gobierno de Xi Jinping aprovechó los últimos cuatro años para desprestigiar el liderazgo estadounidense, resultado de la administración de Donald Trump.[13] EE.UU. continúa pagando una reputación de intervenciones en Medio Oriente, racismo estructural y violaciones de derechos a migrantes. Joe Biden puede no ser suficiente para cambiar esta perspectiva.

Es decir, EE.UU. tampoco tiene un camino sencillo en lo que respecta mantener su hegemonía. Debe lidiar con una discrepancia entre el papel que buscan los líderes políticos para Estados Unidos en el Sistema Internacional, versus el que esperan sus ciudadanos, quienes exigen mayor atención a los problemas internos.[14] Sumado a ello, la estrategia de Biden hacia Pekín no comenzó como un reinicio en la relación, por el contrario, una de las primeras reuniones con la delegación china resultó en un incómodo intercambio de insultos entre diplomáticos. De utilizar a China como chivo expiatorio para problemas domésticos o globales, podrían aumentar las tensiones tanto entre los gobiernos como entre sus ciudadanos. Ya hay un importante movimiento en defensa de los asiáticos-americanos derivado de un creciente racismo, impulsado por la retórica Trump y la desinformación.[15] De no medir sus acciones, EE.UU. podría perder aliados y quedar aislado de cadenas de valor que interactúan con industrias en Asia.

Si ambos Estados enfrentan retos al interior y al exteior ¿cuál de ellos será la siguiente hegemonía? Es posible que cada uno genere mayor o menor presión en diferentes esferas del mundo y, también, en diversos sectores económicos, tecnológicos e incluso medioambientales. Por eso, aunque suene optimista, ambos tendrán que administrar una relación interdependiente. En palabras sencillas, trabajar sus agendas con los límites impuestos no por la ideología (como era el caso durante la Guerra Fría) sino por sus capacidades reales.[16]

En conclusión, el cuento de la hegemonía China es tan real (o ficticio) como el cuento de la continuidad de Estados Unidos. En realidad, ambos tendrán que enfrentar un mundo interdependiente con problemas como la desigualdad, el decontento social y el cambio climático. Administrar de forma efectiva esta relación podría traer más soluciones que problemas y mejorar la percepción de ambas potencias en el entorno internacional.


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Hernández, Alejandro. “La hegemonía del siglo XXI: ¿Un cuento chino o estadounidense?.” CEMERI, 5 sep. 2022, https://cemeri.org/art/a-hegemonia-siglo-xxi-cu.